El nombre proviene de la letra griega *λ* (*lambda*), símbolo que en física representa la **longitud de onda**: la distancia entre dos crestas consecutivas de una oscilación. En el lenguaje de la luz, *lambda* define su identidad —cada color, cada frecuencia, cada vibración—. Es una medida y, al mismo tiempo, una firma: la huella visible del movimiento. El modelo **Lambda** se inspira en esa naturaleza ondulatoria. Su geometría se construye a partir de un ritmo continuo de curvas que ascienden y descienden como una señal detenida en el aire. La luz recorre su superficie siguiendo ese mismo pulso, revelando crestas y valles. En **Lambda**, forma y energía son una sola cosa. La materia vibra, la luz la acompaña, y en ese diálogo se define el espacio.